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Mariano GÓMEZ DE CASO ESTRADA
El año 1993 monté una exposición titulada “Cinco pintores vascos en Segovia” en el Torreón de Lozoya, de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia.
Al elegir los cuadros, procuré traer aquellos relacionados con esta ciudad y con más interés, los que nacieron en ella. Encargado del Archivo Zuloaga en Zumaia, desde 1983, no carecía de formación para emprender tan comprometida tarea.
Recientemente, al repasar el catálogo de La imagen de la mujer, editado por el Museo de Bellas Artes de Álava (2003), di con una reproducción de un cuadro, para mi desconocido, de Pablo Uranga.
Quiero escribir algunos párrafos de él:
El día 2 de abril de 1884 se inauguró el servicio ferroviario que enlazaba Medina del Campo (Valladolid) con Segovia. Este año, dos estudiantes de la Escuela Especial de Pintura y Escultura de Madrid, el vallisoletano Francisco Durrieux, —estudiante de escultura—, y el vitoriano Pablo Uranga, —estudiante de pintura—, quizás por esa comodidad que reportaba el tren, realizaban viajes de estudios por las ciudades monumentales cercanas a la Corte.
Pablo Uranga Díaz de Arcaya, hacia 1930.
Durrieux —castellanizado Durrio— quizás, añorando el lugar de nacimiento, los años de niñez y en ese año, por la necesidad de contemplar obras de Berruguete, Diego de Siloé, Bigarny, Juan de Juny y Gregorio Fernández, entre otros, animó a su amigo a visitar el Museo Provincial de Bellas Artes de Valladolid, desde donde, vinieron a Segovia, cuya presencia está documentada.
Es sabido que dado fin a los estudios en Madrid, llegó primero Durrio a París, 1888, luego llamó a Uranga (1889, que prolongó la estancia durante casi 7 años) y a estos se les agregó el pintor eibarrés Ignacio Zuloaga (1890) que venía de buscar formación en Roma.
Cuanto irradia la juventud y une la pasión por el Arte se forjó una entrañable amistad que hizo deslizar lágrimas a Durrio cuando en 1934 modelaba en bronce un recuerdo del recién fallecido Uranga y a Zuloaga cuando, añorando a los dos amigos, se presentó en Elgueta a primeros de octubre de 1945, antes de viajar a Madrid, para colocar el medallón realizado por el también fallecido Durrio (1940) en la fuente de una plaza pública. Ignacio Zuloaga murió el 31 de ese octubre de 1945.
Fue pues la muerte quien les separó, así como por causa del fallecimiento de Ignacio, en su esbozado y compleja selección de figurantes en su célebre cuadro “Mis amigos”, no aparece Durrio, lo que dio lugar a una queja enviada por carta, a la que contestó el pintor que considerara que aún no estaba acabado. Sin embargo, por esas dudas de selección, Uranga aparece dos veces.
No podían imaginarse los dos estudiantes que esa Segovia de un día se iba a transformar en referencia para muchísimos años.
Traigo a escena al madrileño Daniel Zuloaga, de estirpe vasca afincada en Madrid: Blas Zuloaga, armero del Cuerpo de Guardias de Corps en tiempos de Fernando VII; Eusebio Zuloaga, el gran damasquinador, también con cargo en palacio durante los reinados del dicho rey y de su hija Isabel II. Será éste, Eusebio, el padre de nueve hijos, entre ellos los hermanastros Daniel Zuloaga Boneta y Plácido Zuloaga Zuloaga, progenitor del famoso pintor eibarrés.
Daniel Zuloaga (Madrid 1852, Segovia 1921), por indicaciones paternas, rompió la tradición familiar y llegó a ser el más grande de los ceramistas de España. Era, puedo decir, hombre del Renacimiento, ya que dominaba muchas artes.
El anticuario, óleo obra de Pablo Uranga Díaz de Arcaya. Año 1913.
El año 1878, en plena juventud, fue nombrado miembro del Jurado de la Exposición Internacional de Viena, donde recibió grandes muestras de admiración artística. Anteriormente, la Casa Real Española le becó estudios en Sévres y luego le confió la Escuela de Artes Cerámicas en Madrid. De inmediato le llegaron importantes encargos de arquitectos que solicitaban decoración y revestimientos de fachadas.
Se instaló en Segovia el año 1893 porque necesitaba potentes hornos para decorar el Ministerio de Fomento, en Madrid. Llegó a un acuerdo con los Varga, propietarios de una fábrica de loza. Fue una gran suerte para la ciudad, por su valía, por su fama, y por su inmediata incorporación a la vida cultural de Segovia. Se completó la ventura para Segovia con la llegada de Ignacio.
Daniel necesitaba un equipo con buena formación. Se valió de jóvenes que estudiaban en la Escuela de Artes y Oficios o los más capaces de la fábrica. Le llegaban muchos encargos. De ahí que precise un buen artista: Pablo Uranga “... Ignacio y este por su mediación me había dicho no tendría inconveniente en venirse ayudar en mi taller, como yo le conozco a V. y tambien sabe como la gasto, no tengo inconveniente en ponerle al frente de mi taller...”. Seguirá otra carta, del día 15 de mayo de 1902, del propio Ignacio a su tío: “¿Te has arreglado con el famoso Pablo?”.
Sé que parte del mes de octubre de 1900 Daniel estuvo en París, luego, forzosamente, estaría con “los tres mosqueteros”. (Ignacio tendía ya a cardenal Richelieu: El museo parisiense del Luxemburgo y el Estado Belga acababan de proporcionarle el capelo cardenalicio: los cuadros pintados en Segovia el otoño del año anterior, Mi tío y mis primas —Daniel, Cándida y Esperanza— y El Alcalde de Juarros de Riomoros fueron los valedores).
Paco Durrio, que ya deseaba construir un horno para vidriar piedra y loza, necesitaba enormemente los consejos y conocimientos de Daniel. Conozco la frecuente correspondencia cambiada entre ellos (desde 1900 hasta unos meses antes de morir Daniel), pero eso es tema para otro trabajo.
El 8 de agosto de 1902 el periódico segoviano Diario de Avisos da cuenta de la llegada de Ignacio con su amigo Pablo Uranga: “Se encuentra en Segovia el pintor guipuzcoano don Pablo Uranga, un artista verdaderamente notable, de reconocido mérito”.
El 12 de septiembre de 1903 Viniendo a Segovia desde Francia recogió a su tío Daniel en Vitoria, pues habían quedado en que éste allí le esperaría para hacer el trayecto juntos. No se cita a Uranga, sin embargo sí que está con ellos pues el día siguiente, domingo 13, van juntos a Salamanca. (¿Por qué quedaron citados precisamente en Vitoria?) Y permaneció una temporada en Segovia.
Cuadros que Zuloaga realizó: El vendedor de miel, El alcalde de Torquemada y Mis tres primas.
La familia, óleo obra de Pablo Uranga Díaz de Arcaya. Hacia 1904-1905.
El año 1904 es el único que faltó en los dieciocho años de su etapa segoviana.
Ya es el momento de tratar de poner fecha al cuadro de Uranga, objeto de este trabajo.
Zuloaga acertó en realizar un inventario de sus cuadros, y mejor aún, para los que le seguimos, un álbum de fotografías debidamente numeradas. Ellas van a ser las que me acerquen a poner año al referido Segovia.
Ignacio luchó mucho para conseguir modelos. Por otra parte, la Casa del Crimen no era lugar en la que entraban a gusto. Tanto Ignacio como Uranga realizaron con ellos sus cuadros, muy cercanos unos de otros.
De Daniel es el óleo Ignacio y Uranga pintando. Se trata de un lienzo muy ilustrativo por cuanto describe la sala y las penurias de la instalación. En ella, también aparece la ventana, pintó Uranga A los toros, muy cercano a Preparativos para la corrida, Antes del paseo y Coquetería gitana, del eibarrés.
En Hombres de Segovia nos lleva a los tipos que aparecen en El vendedor de miel, El alcalde de Torquemada, y El piropo.
Versión que no toca Zuloaga es El paisaje de San Juan de los Caballeros, iglesia que compraría Daniel en 1904.
El cuadro Segovia es originalísimo. Posa para Uranga, ante arco conopial, en la galería alta —antiguo secadero de lanas— una de las hermanas Benavides, las modelos de ambos. A todo lo largo del antepecho que protege los tres vanos, nos regala Uranga una magnífica vista de Segovia, bañada por luz muy luminosa de tarde, todo el caserío que se domina desde la altura, hastial y torre de la iglesia de San Clemente, para cerrar el horizonte, el famoso acueducto romano, rematado por nubes y el maravilloso azul del cielo de esta alta ciudad castellana.
Pasa, pues, este cuadro a la mi relación de obras de Pablo Uranga Díez de Arcaya (1861-1934).
En la actualidad, vista parcial de La Casa del Crimen.
Foto: Mariano Gómez de Caso Estrada.
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